
Tres conceptos que se encuentran estrechamente entrelazados atraviesan este libro: Historia, Memoria y Patrimonio. El objeto elegido para dar cuenta de esas vinculaciones es el tren en sus múltiples dimensiones. Es la historia de una línea ferroviaria que pretendía vincular la costa con la cordillera, el Atlántico con el Pacífico y la Patagonia con el resto del país, que quedó trunca, pero hizo soñar a muchos legisladores con su concreción.
La presencia viva de esa historia en la vida cotidiana de gran parte de los santacruceños se relaciona con la apropiación y valoración de diversos elementos vinculados al tren y considerados hoy como patrimonio cultural. Los usos que se le atribuyen como recurso –identitario, político, turístico– son fenómenos socioculturales institucionalizados y reapropiados por los actores. En su materialidad, cada bien es soporte de un mensaje simbólico que permite la afirmación de nuestra memoria histórica. El entorno es el espacio históricamente construido que le da sentido al objeto patrimonial y permite comprender su significado. Así debe interpretarse el tren y todo lo que ha generado a su paso.
En la defensa del tren y su puesta en valor fueron claves los movimientos ciudadanos de los noventa que aparecieron en los pueblos de la línea Deseado-Las Heras luego de su clausura. Así surgieron las Asociaciones de Amigos del Ferrocarril de Pico Truncado y Puerto Deseado, impulsadas por distintos actores sociopolíticos y la Asociación ferroviaria 20 de septiembre, creada por ex trabajadores ferroviarios. Gran parte de sus debates han girado en torno al uso y gestión del ferrocarril y a su valor como recurso turístico, un bien de uso y consumo en permanente situación de riesgo, dado que no tiene reemplazo por otro elemento cultural. Esas huellas de objetos, sitios, edificios y paisaje brindan pistas del pasado y forman parte del patrimonio urbano.